JP Morgan lo dijo sin anestesia: hay un 60% de probabilidad de que el mundo entre en recesión. ¿La causa? Una guerra comercial sin brújula, impulsada por decisiones viscerales. Pero eso no es lo más grave. Lo verdaderamente brutal es que, mientras los países ricos blindan sus economías, le cierran la puerta a la cooperación internacional. USAID recorta más de 1,700 millones de dólares destinados a América Latina y el Caribe. Reino Unido desvía fondos hacia Ucrania. Y otros donantes siguen ese mismo camino. Traducción: el modelo que sostuvo al Tercer Sector por décadas… se empezó a caer a pedazos.
Y menos mal. Porque si seguimos creyendo que el futuro de nuestras causas depende de la buena voluntad de gobiernos lejanos o de reportes llenos de outputs, pero que no demuestran outcomes claros, estamos perdidos.
Esta no es una crisis. Es una intervención.
Es el momento de decir basta a la lógica asistencialista, a los proyectos que “justifican” presupuesto pero que poco transforman vidas. Se acabó la era del “haz algo bonito para el informe”. Entramos a la era del impacto real, medible, emocional y sistémico.
¿La oportunidad? Gigantesca.
Redefinir el Tercer Sector no es un lujo, es una urgencia. Y hacerlo requiere valentía.
Valentía para cambiar la forma en que captamos fondos. Hay que construir ecosistemas financieros sostenibles. Fondos híbridos, modelos de inversión de impacto, suscripciones, membresías, productos con propósito, alianzas con startups. Lo que antes parecía impensable, ahora es indispensable.
Y valentía también para rediseñar cómo trabajamos.
- Implementar con obsesión por los outcomes. No es cuántas capacitaciones diste, sino cuántas vidas cambiaste.
- Co-crear con las comunidades, no para ellas. Lo que no se construye en conjunto, se derrumba en silencio.
- Medir sin miedo. Porque los datos no son enemigos, son brújulas. Si algo no está funcionando, se cambia.
- Innovar con propósito. Adoptar tecnologías, metodologías ágiles, y marcos como el Design Thinking, no para estar a la moda, sino para dar soluciones sostenibles en un mundo hiperconectado y lleno de oportunidades.
Esto no se trata solo de resistir. Se trata de liderar.
El Tercer Sector tiene algo que ningún otro tiene: propósito. Pero el propósito sin estrategia es solo buena intención. Y la buena intención, sola, no cambia el mundo. La disrupción sí.
Esta tormenta global no es el fin. Es el llamado a convertirnos en arquitectos de un nuevo modelo. Uno que no dependa de unos cuantos, sino que construya riqueza social desde la dignidad, la innovación y el valor compartido, con la colaboración, co-creación, innovación y diseño desde la base social hasta su cúspide.
Así que no es momento de seguir lamentándose por el fondo que se fue. Construye lo nuevo, lo que no existe, pero es imprescindible ahora.
Porque lo que está en juego no es la supervivencia de las organizaciones sociales. Es el futuro de millones de personas que ya no pueden esperar más.
Y si no somos nosotros los que encendamos esa chispa, entonces ¿quién? ¿Y si no es ahora, cuándo?
Bienvenido al nuevo Tercer Sector: más valiente, más incómodo, más necesario que nunca.
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