Una vez hace varios años, estuve en una reunión donde todo sonaba bien. Palabras bonitas, powerpoints bien diseñados, métricas al día. Pero mientras todos sonreían y asentían, una idea me martillaba por dentro: esto ya no está funcionando. Pensé en decirlo, pero no lo hice.
¿Por qué? Porque no quería incomodar. Porque el ambiente estaba “en armonía”. Porque “no era el momento”. Hoy me arrepiento.
Desde entonces me lo pregunto seguido: ¿Cuántos de nosotros preferimos la irrelevancia con tal de no molestar?
En el tercer sector, el miedo a incomodar se disfraza de prudencia, no hagamos olas, no digamos eso, no cambiemos lo que ya está aprobado. Pero ¿y si el silencio es precisamente lo que nos está haciendo perder fuerza, impacto y sentido?
Somos un sector lleno de buenas intenciones, pero eso no basta. Las causas por las que trabajamos no necesitan más gente que se acomode: necesitan gente que cuestione, que rete, que empuje. Y sí, eso va a incomodar, pero también es lo que puede despertar a una organización dormida.
Porque mientras tú decidís no decir nada para no incomodar al jefe o a la junta, allá afuera hay una niña que sigue expuesta, una familia que sigue esperando, una comunidad que sigue invisible.
Yo lo viví, guardé silencio cuando debía hablar. He visto ideas potentes apagarse solo porque alguien con más poder no estaba listo para moverse o políticamente no le convenía.
Y decidí no hacerlo más.
¿Vale la pena proteger tu imagen si eso te vuelve cómplice de la irrelevancia?
Mucha gente cree que innovar es traer una aplicación, un dashboard o una estrategia digital o hasta proponer lo mismo, pero con otras palabras mas sofisticadas. Pero innovar en el tercer sector también es tener el coraje de decir: “esto ya no sirve”, aunque todos lo estén aplaudiendo. Es alzar la voz cuando lo políticamente correcto exige que bajes la mirada.
Y no hablo de ser impulsivo o imprudente. Hablo de ser honesto. Estratégico. Comprometido con la causa, no con la costumbre.
¿Querés saber qué mata a las organizaciones? No es la falta de fondos. No es el recorte presupuestario. Es la falta de relevancia. Y la irrelevancia empieza el día que preferimos no molestar, no tensionar, no cuestionar.
Es probable que lo has sentido y experimentado, no guardes silencio. No vinimos al tercer sector a encajar, vinimos a transformarlo.
Y transformar, por definición, es alterar lo que existe. Es sacudir estructuras. Es arriesgar la comodidad para abrazar el propósito y la relevancia.
Entonces te pregunto:
¿De verdad estás dispuesto a ser irrelevante… solo para no molestar?
Porque si no estás dispuesto a incomodar, tampoco estás listo para liderar y sólo estás administrando la espera para ser irrelevante.
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